viernes, 8 de marzo de 2013

Suerte


"Solemos decir que las circunstancias tienen la culpa de lo que somos. Pero yo no creo en las circunstancias. En este mundo los que avanzan son los que persiguen y buscan las circunstancias que desean y, si no las encuentran las crean." George Bernard Shaw.


Hace mucho tiempo ya puse en el blog uno de mis poemas preferidos de Pablo Neruda, no lo reiteraré, pero puesto que va en consonancia con lo que hoy vengo a escribir, os recomiendo su poema "Reflexiones". Al final, la suerte, es la excusa que tenemos para no afrontar algo, él decía en el citado poema "No te amargues de tu propio fracaso, ni se lo cargues a otro, acéptate ahora ó seguiras justificándote como un niño.

Buena o mala suerte. ¿Con qué criterio se valora eso? A veces, algo que nos parece que ha sido una "mala suerte" con el tiempo, y visto desde la perspectiva idónea, nos damos cuenta que era lo mejor que nos había podido pasar.
Muchas veces nos lamentamos por nuestras circunstancias, y nos olvidamos de dos cosas fundamentales, la primera es que la mayoría de las veces somos nosotros quienes creamos nuestras propias circunstancias, quienes con nuestras decisiones y nuestros actos nos vamos forjando un destino, aunque ciertamente hay circunstancias que se nos escapan de las manos, no seamos incrédulos, la mayoría dependen de nosotros.

La segunda es que el momento actual no lo podemos comprender hasta que lo vemos con el prisma adecuado, como cuando miramos un cuadro. Si apretamos la nariz en él, no comprenderemos la belleza del mismo, ni tampoco podremos encontrar sentido. Sin embargo, cuando damos unos pasos más atrás y nos "alejamos" con cierta distancia podemos observar ese detalle en su contexto, cobrando así significado, iconografía y contemplando la belleza. Lo mismo pasa con muchos de nuestros momentos.
Del mismo modo, observado con distancia y con tiempo necesario, nuestros contratiempos actuales tienen un encaje en el cuadro de nuestra vida.

Experiencia lo llaman.

Hay una historia sobre un viejo labrador de un remoto pueblo de China que tenía un viejo caballo para trabajar su campo. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano lo supieron, se acercaban para condolerse con él. " ¡Cuánto lamento su desgracia! " Pero, el labrador, les contestaba:
-   ¿Mala suerte? , ¿Buena suerte? , ¡Sólo Dios lo sabe!

Una semana después, el caballo regresó de las montañas, trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces, los vecinos fueron a visitar al campesino: "¡Ahora sí que hay motivos para felicitarlo! , ¡Está con suerte!"   Pero, el anciano, a todos les contestaba por igual:

" ¿Buena suerte? , ¿Mala suerte? , ¡Sólo Dios sabe!"

El hijo del anciano labrador intentó domar uno de los potros salvajes. Se cayó y se quebró una pierna. Cuando el vecindario se encontraba con el campesino, le comentaban:  " ¡Este accidente, sí que es una verdadera desgracia!"  No pensaba así, el viejo campesino y se limitaba a decir:

-   ¿Mala suerte? , ¿Buena suerte? , ¡Sólo Dios sabe!

Un par de semanas más tarde, se supo que el emperador había declarado la guerra. Una patrulla de soldados entró en el pueblo reclutando a todos los jóvenes que estaban en condiciones de enrolarse en el ejército. Cuando vieron al hijo del viejo labrador con la pierna rota lo dejaron tranquilo. Las personas del pueblo se acercaban a su viejo y sabio vecino, preguntando: " ¿Habrá sido “buena suerte” o “mala suerte”?"

Así que como dijo Pablo Neruda... Nunca pienses en la suerte porque la suerte es el pretexto de los fracasados.

Que paseis un buen fin de semana, como diría un amigo mío, de "optimismo moderado"!